Papá, sé que estás cansado, que acabas de llegar a casa, pero ¿sabes una cosa? Que te estoy viendo. Creo que no te has dado cuenta aún.
Veo cómo te levantas por las mañanas temprano, me gusta cuando, de tanto en tanto, canturreas mientras te afeitas. A veces, incluso, ¡bailas con la toalla enroscada a la cintura! ¡Eso es genial! ¡Me encanta! Veo cómo. mamá sonríe, hasta vi un día cómo se te cayó la toalla al suelo y mamá casi se muere de la risa.
Veo como tratas a mamá, como tratas a mis hermanos. Escucho las conversaciones que tienes con mi hermano mayor cuando viene con malas notas.
Veo como hay días en los que mamá y tú os reis por cosas tontas que no entiendo, pero me gusta veros así. También escucho las palabras que dices cuando estás muy enfadado. Suenan mal. Eso no me gusta. No me gustan los portazos, ni ver a mamá triste.
Papá, veo como tratas a tus compañeros de trabajo, a tus amigos, hasta veo como le hablas al jardinero. Lo veo todo.
Intento quedarme callado cuando te veo preocupado, decaído; no te escondas, Papá. De eso también aprendo. Aprendo de los abrazos que te da mamá en un intento de consolarte, abrazos sin fin que me da también a mí cuando lloro. ¡Qué gustito da! ¿Verdad Papá?
Escucho lo que dices frente a la televisión cuando mamá y tú habláis de las noticias
Veo como tapas a mamá con la manta si se ha quedado dormida en el sofá… y aprendo.
Aprendo de ti, papá ¿no lo estás viendo?
Veo lo que te gusta, lo que no te gusta, escucho tu música. Escucho tu risa, tus carcajadas también.
A veces escucho tus gritos. Escucho tus te quieros, tus “te he echado de menos”, tus “lo siento”, tus “gracias”…
Lo escucho todo.
Veo, escucho, siento y aprendo. Y cuando llegue el momento en el que sea mayor y no sepa qué hacer, no tendré más que pensar en ti y en lo que tú harías, en lo que tú hacías, en lo que tú haces…
No te preocupes tanto porque lo aprenda todo en el colegio, sospecho que cuando de verdad sea mayor como tú y tenga problemas, problemas “de la vida real” como tú dices, no me acordaré del cole, me acordaré de ti. De lo que tú me enseñaste, de lo que tú me mostraste. De todo aquello que me hiciste sentir cuando sólo tenía ojos para ti.
Cuando tenga mi primer trabajo, trataré a mis compañeros cómo tú tratabas a los tuyos. Cuando tenga hijos, les hablaré cómo tú me has hablado.
No lo sabré hacer de otra forma.
Y a mi mujer, si se queda dormida en el sofá, ¿Qué haré yo, papá? La taparé con la manta.
Dra. Lucía Galán Bertrand. www.luciamipediatra.com